Correo de lectores
“Ante un nuevo 1º de mayo”
La realidad determina la conciencia
A fines del siglo XIX un 1º de mayo de 1890 se instalaba en el país esa jornada de lucha internacional. Fue en el Prado español ese día u haciéndose eco del acuerdo del Congreso obrero internacional efectuado en París en 1889, el club Vorwärt integrado por socialistas alemanes, convocó a distintas organizaciones a un mitin internacional. Algunos con su presencia y otros con adhesiones dieron inicio al mismo. De Buenos Aires estuvieran: el club Vorwärt, Sociedad Internacional de Carpinteros, Tipografos alemanes, Sociedad Cosmopolita de oficiales Sombrereros, Obreros alemanes de la ciudad de Buenos Aires, Sociedad Figli del Vesubio, Sociedad Escandinavan Norden, Circolo Republicano F. Campanella, Sociedad de los Países Bajos, Union Calabresa, Sociedad Italia Unita, Circolo Mandolinista Italiano, Circulo Republicano G. Mazzini. De la ciudad de La Plata: Confederación Obrera Sudamericana (Región Argentina). De Esquina: Sociedad Italiana Unione e Benevolenza. De Lobos: Unione e Fraterllanza. De Chivilcoy: Societá di Mutuo Socorro Italiana. De Pergamino: Forze Unite. De Capilla: Sociedad Italiana. De Rosario: Asamblea Intetrnacional. A esta nómina se agregan: el Circulo Socialista Internacional, la Sociedad L`Ancora, Sociedad Italiana de Barracas, Sociedad Roma de Capilla, Centro Republicano Italiano, Alianza Republicana de Buenos Aires y la Sociedad de Cigarreros Unidos.
Los oradores presentes españoles, italianos, franceses y alemanes explicaron a más de 3000 trabajadores su significado y alcance.
A partir de esa fecha comenzaron las movilizaciones por el 1º de mayo. Frente a esto, las patronales aplicaban como medidas disciplinarias el despido de quienes no concurrieran a sus tareas, lo cual se constituyó en un verdadero orgullo y el más alta galardón para los obreros, concientes del rol que les tocaba desempeñar. Por su parte el estado se encargaba de reprimir, encarcelar y deportar, pero todo ello no era obstáculo para su desarrollo.
Los obreros panaderos (los cuales se agrupaban por oficio en aquellos tiempos) llamaban a la huelga general universal, convocando a los trabajadores ocupados y desocupados. Esto ocurrió hace 120 años, con un marco social de fondo compuesto por inestabilidad laboral, desocupación, bajos salarios, pésimas condiciones de trabajo y una “democracia” capitalista mucho más trucha que la actual.
Resulta llamativo que frente a las necesidades actuales, de unir a los trabajadores ocupados y desocupados mediante un Congreso, los impulsores del Socialismo del siglo XXI sostengan que no están dadas las condiciones y que cuando es imprescindible utilizar la herramienta histórica de lucha en el movimiento obrero que es la huelga, expresen que no es viable, apelando a la subjetividad de las masas, es decir a su atraso intelectual.
Los trabajadores de principios del siglo XX desconocían lo que era el teléfono, la radio, la televisión, las computadoras, la internet y la universidad, pero lo que sí realmente conocían eran jornadas de trabajo de lunes a domingo, sabían lo que era embrutecerse con 14 y 16 horas de labor, percibían que para enfrentar el yugo del capital debían organizarse a nivel internacional, sentían que el problema de fondo no eran los bajos salarios sino el trabajo asalariado, fuente de donde surgía la explotación, creían en aquel viejo axioma de la Asociación Internacional de Trabajadores que sostenía que la liberación de los trabajadores solo sería obra se los trabajadores mismos, y todo ello los impulsaba para cambiar de base la sociedad para poder vivir en un mundo que mereciera ser vivido.
Ñandubay